miércoles, 8 de diciembre de 2010

Teyuna (4) Domingo 28 de noviembre

Este cuarto día es el día. Por fin llegaremos a la ciudad perdida. La mañana es de nuevo muy soleada y con la altura y el madrugón, la temperatura muy llevadera. El paso del río Buritaca, con ayuda de soga, no es tan tremendo como se nos había advertido. Me siento mucho más impresionado por los más de mil trescientos escalones, empedrados, que los tayrona construyeron hace cientos de años para acceder desde ese punto del río a su privilegiado emplazamiento.
Hay que reconocer que nada más llegar arriba se siente algo. No hablo de nada esotérico, al menos en mi caso. Se trata de un emplazamiento privilegiado, destacado, enmarcado por las altas cumbres de la Sierra Nevada pero a la vez, dominando los accesos, haciendo que las terrazas sobre las que la ciudad estaba construida, fueran bastante fáciles de defender.

Quizá es también el momento de decir que el camino es, en este caso y en muchos otros, tan importante como la meta o más. Kavafis e Itaca me inundan de referencias y me inundan en catalán. Supongo que Lluis Llach tiene algo que ver con eso: Quan surts per fer el viatge cap a Ítaca, has de pregar que el camí sigui llarg, ple d'aventures, ple de coneixences. (Cuando sales para viajar a Itaca has de rogar que el viaje sea largo lleno de aventuras y conocimientos (nuevos?)
Has de pregar que el camí sigui llarg. Que siguin moltes les matinades d'estiu. que, amb quina delectança, amb quina joia! entraràs en un port que els teus ulls ignoraven; (Que sean muchas las madrugadas de verano que con deleite y alegría entrarás en un puerto que tus ojos ignoraban) Itaca=Teyuna y tantas Itacas y tantas Teyunas que nunca veremos.

El descenso es rápido y el almuerzo espléndido. Tras éste, que se efectúa en el albergue de la noche anterior, se hace una segunda etapa de marcha. La jornada de caminata empieza a ser normal respecto a lo que en Europa podemos entender por un día de senderismo. La lluvia no se hace esperar y la llegada al segundo albergue se produce en unas condiciones, de mojadura y barro, que me atrevo a decir que espantan a los grupos que van en ascenso y con los que se convive unas horas.

La cena hace los honores a ser la última del circuito y la sobremesa también es muy especial. Somos un grupo recién formado y al que le queda menos de 24 horas de convivencia pero somos un grupo y aprovechamos hasta el último instante. Por raro que parezca se puede conseguir ron moreno de Medellín, mucho más caro que en Bogotá, por supuesto pero hay que llevarlo hasta allí, y el guía y el cocinero también nos invitan a vino espumoso ... Al final de la sobremesa alguna lengua resulta trabada

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